DE LA HISTORIA PATRIA (O DE LA MITIFICACIÓN DEL PASADO) Parte II
Columnista: Mtro. Luis Ángel Argüelles Espinosa

Estudios universitarios (o la historia al revés)
Ingresé a la Escuela de Historia de la Universidad de La Habana a fines de 1967 (aún no había cumplido los 18 años de edad) y concluí en 1972. En esos años estaba en plena efervescencia la Revolución Cubana. La radicalidad de las medidas no solo se ejerció dentro del país (ofensiva revolucionaria del año 1968, donde se expropió a la pequeña y mediana empresa, pues la grande se había expropiado muchos años antes) sino también hacia el exterior (eventos internacionales para promover la revolución mundial) pues el lema o consigna era que “el deber del revolucionario es hacer la revolución”. La revolución era el paradigma de moda tanto en los círculos políticos como académicos. Ser político reformista era visto como una traición a los ideales revolucionarios.
La carrera de Historia se había creado unos años antes (hacia 1962) y, como es lógico, entre sus objetivos se encontraba el de reinterpretar el pasado para legitimar el presente revolucionario. Con los años aprendí que el pasado es una proyección del presente. Esto aplica tanto a nivel personal como colectivo. Es decir, estudiamos temas o personajes y lo abordamos de acuerdo a nuestra ideología. A nivel colectivo (o de política pública de estado) se impulsan estudios o programas para desarticular mitos históricos viejos y articular nuevos mitos. De ser necesario, se inventan los hechos para justificar las nuevas visiones históricas.
Así como la historiografía de la Revolución Mexicana se caracterizó por su fuerte crítica al pasado anterior, en especial, al régimen porfirista, la de la Revolución Cubana censuró por igual a todos los regímenes republicanos desde Estrada Palma hasta Batista (1902-1958).
|Asimismo, si la Revolución Mexicana se autotitulaba como continuación del movimiento de la Independencia de 1810 y de la Reforma, la Revolución Cubana se proclamaba como la culminación de la lucha independentista del siglo XIX. Para México, la “desviación” del cauce revolucionario era representada por el largo porfiriato (1876-1911), mientras que para Cuba la “desviación” era representada por los gobiernos lacayos del imperialismo estadounidense y que gobernaron la isla por más de cincuenta años.
|¿Por qué señalo lo de la historia al revés? Pues, en mi opinión, existía en la Escuela de Historia (y, en general, en el país) una visión maniquea para explicar tanto la historia nacional como universal. En cuanto a la primera, la historiografía revolucionaria del 59, heredera de la liberal, desarticula algunos mitos, y conforma otros. Para esta historiografía revolucionaria los personajes que no fueron independentistas o revolucionarios, son llamados “conservadores” o “reformistas”, cuando no apátridas, verdadera desvergüenza nacional. La intolerancia del presente contra los que no suscriben el proyecto revolucionario, se proyecta al pasado contra los que no suscribieron el proyecto independentista. Es por ello que la historia oficial arremetía tanto contra los reformistas cubanos del siglo XIX (los que pedían a España reformas políticas para la colonia de Cuba) como contra los anexionistas cubanos (que buscaban la anexión de la isla a los Estados Unidos, pues creían que era lo mejor para su futuro).
Para comprender la posición de los reformistas y anexionistas, habría que decir que la experiencia política de las revoluciones latinoamericanas (desde la haitiana de fines del siglo XVIII hasta la de los países continentales en el primer cuarto del siglo XIX) no abonaba a favor del proyecto insurgente. El caos económico y político nunca será una buena bandera. Habría que ser muy conservador o intolerante para no reconocer que los Estados Unidos a fines del siglo XIX (a pesar del racismo reinante después de suprimir la esclavitud) era un tipo de modelo democrático para las últimas colonias dos colonias de España en América (Cuba y Puerto Rico). ¡Cuánto trabajo cuesta comprender que el “otro” también tiene su proyecto de nación o de país! No tengo nada contra los apasionados, pues la pasión es parte sustancial de la vida, siempre y cuando se respete la pasión de los demás.
|En cuanto a la historia universal, recuerdo que en los cursos se seguían autores marxistas (o afines a esta corriente) que justificaban las corrientes más extremistas de las revoluciones. Así en el caso de la Revolución Francesa se justificaba la actitud de los jacobinos, se engrandecía la figura de Robespierre (“El Incorruptible”) y se criticaba a los girondinos. En el caso de la Revolución Rusa se justificaba la actitud de los bolcheviques, de su líder máximo Vladimir Ilich Lenin y de su continuador Stalin y se criticaba a los mencheviques. No se decía nada de la matanza o el holocausto que estos líderes llevaron a sus pueblos.
| Por otro lado, la historia oficial revolucionaria no permite ver manchas en los dirigentes, pues deben ser de una sola pieza, inmaculados o impolutos. Temas como su vida familiar o amorosa no podían ser abordados en los estudios, pues ninguna editorial del país publicaría semejante contenido. Como por esos años no teníamos otros textos con visiones alternativas (los autores que estaban en contra de la visión oficial eran llamados renegados o revisionistas, como el caso de León Trotsky), incluso desconocíamos la existencia de otras valoraciones críticas, debíamos conformarnos con la bibliografía sesgada o ideologizada que se nos ofrecía.
|De este modo, algunos profesores en los exámenes calificaban la ideología en lugar de las argumentaciones para defender una u otra posición política. Lógicamente, en Cuba (y, en general, en los países del antiguo bloque socialista) existía una gran diferencia entre los estudios de las humanidades y ciencias económicas y sociales (muy ideologizados) y los estudios de las ingenierías, ciencias exactas y biomédicas que por razones obvias tenían un mayor distanciamiento de la ideología, pero cuyos alumnos debían cursar obligatoriamente asignaturas como Marxismo para tener la visión deseada por el proyecto revolucionario. Dicho en tres palabras: ¡Nadie se escapaba!
En México
Mi llegada a México, en febrero de 1996, con la finalidad de residir en este país, me posibilitó ingresar en una Maestría en Ciencias Sociales en el plantel llamado El Colegio de Puebla, A.C., la cual cursé entre 1996 y 1998. Simultáneamente a estos estudios, impartía docencia en distintas universidades del estado con el fin de ayudar a mis padres e hijos que había dejado en Cuba.
La maestría antes mencionada me posibilitó entrar en contacto con otras visiones de la historia que no tuve acceso en Cuba en mis tiempos de estudiante universitario (no tan sólo por las cuestiones ideológicas sino también por el tiempo en que fueron elaboradas). Aquí debo reconocer la deuda de gratitud con, al menos, tres autores como Charles Hale y François-Xavier Guerra para la historia de México y de François Furet para la historia universal.
|Estos autores, entre otros, me permitieron ensanchar mis visiones de la historia. Me percaté que al estudiar la historia de México me ayudaba a comprender mejor la historia de Cuba y a la inversa. Asimismo, que el análisis del presente te llevaba a comprender mejor el pasado y a la inversa. Por ello, estos nuevos conocimientos, junto a la experiencia vivida, me llevaron a replantear mi posición ideológica y a cambiar determinadas actitudes o posiciones. Aunque otros piensen que esto es deshonesto, siempre será más honesto ser congruente con uno mismo y reconocer que estaba equivocado. A veces, debemos cambiar para seguir siendo uno mismo.
|Gracias a mi experiencia mexicana, he podido observar algunas diferencias entre la historia oficial mexicana y la cubana. Cuando me refiero a la historia oficial no son solo los libros de textos sino también los actos patrióticos organizados por el gobierno, las publicaciones oficiales y los contenidos de los medios de comunicación que responden a intereses gubernamentales. Veamos, a continuación, algunas diferencias que han llamado mi atención:
I)- La independencia
Tanto México como Cuba tuvieron sus guerras de independencia para emanciparse de la metrópoli española. México se independizó en 1821 y Cuba varias décadas después en 1898. Diversos factores explican la distancia cronológica entre una y otra: existencia en la isla de la esclavitud que frenaba la incorporación de los dueños de esclavos a la guerra por temor a perder esa fuerza de trabajo, concentración de las tropas españolas en La Habana lo que hacía más difícil el levantamiento armado, relativo clima de libertades políticas que permitía un prensa liberal o independiente, el ejemplo negativo de los repúblicas latinoamericanas con sus anarquías y continuas guerras civiles que caracterizaron una buena parte del siglo XIX, entre otros. Es por ello, que en la isla las variantes anexionistas (incorporarse formalmente a los Estados Unidos de América) o reformistas (solicitar reformas o autonomía a la corona española) rivalizaron con la variante independentista. El hecho cierto es que México celebra de forma destacada el inicio de su independencia (el 16 de septiembre de 1810) no así el día de la consumación (27 de septiembre 1821). En Cuba, antes de la Revolución Cubana de 1959, se festejaba también el 10 de Octubre de 1868 (inicio de la primera guerra de independencia cubana), pero, con posterioridad al triunfo de la gesta encabezada por Fidel , perdió relevancia la fecha de la independencia pues se privilegió la efemérides revolucionaria (26 de julio).